miércoles, 14 de julio de 2010

Por la jornada de Cuatro Horas, (Elogio de la Ociosidad, por Bertrand Russell)

Como es verano, y como desconexión temporal de la actualidad, cuelgo este texto, de uno de los grandes genios de la humanidad.


"Como casi toda mi generación, fui educado en el espíritudel refrán «La ociosidad es la madre de todos los vicios».
Niño profundamente virtuoso, creí todo cuanto me dijeron, y adquirí una conciencia que me ha hecho trabajar intensamente hasta el momento actual. Pero, aunque mi conciencia haya controlado mis actos, mis opiniones han experimentado una revolución. Creo que se ha trabajado demasiado en el mundo, que la creencia de que el trabajo es una virtud ha causado enormes daños y que lo que hay que predicar en los países industriales modernos es algo completamente distinto de lo que siempre se ha predicado.

Todo el mundo conoce la historia del viajero quevio en Nápoles doce mendigos tumbados al sol (era antesde la época de Mussolini) y ofreció una lira al más perezoso de todos. Once de ellos se levantaron de un salto para reclamarla, así que se la dio al duodécimo. Aquel viajero hacía lo correcto. Pero en los países que no disfrutan del sol mediterráneo, la ociosidad es más difícil y para promoverla se requeriría una gran propaganda. Espero que, después de leer las páginas que siguen, los dirigentesde la Asociación Cristiana de Jóvenes emprendan una campaña para inducir a los jóvenes a no hacer nada. Si es así, no habré vivido en vano. Antes de presentar mis propios argumentos en favor de la pereza, tengo que refutar uno que no puedo aceptar.

Cada vez que alguien que ya dispone de lo suficiente paravivir se propone ocuparse en alguna clase de trabajo diario, como la enseñanza o la mecanografía, se le dice, a él o a ella, que tal conducta lleva a quitar el pan de la boca a otras personas, y que, por tanto, es inicua. Si este ar-gumento fuese válido, bastaría con que todos nos mantuviésemos inactivos para tener la boca llena de pan.

Lo que olvida la gente que dice tales cosas es que un hombre suele gastar lo que gana, y al gastar genera empleo. Al gastar sus ingresos, un hombre pone tanto pan en las bocas de los demás como les quita al ganar. El verdadero malvado, desde este punto de vista, es el hombre que ahorra. Si se limita a meter sus ahorros en un calcetín, comoel proverbial campesino francés, es obvio que no genera empleo. Si invierte sus ahorros, la cuestión es menos obvia, y se plantean diferentes casos.

Una de las cosas que con más frecuencia se hacen con los ahorros es prestarlos a algún gobierno. En vista delhecho de que el grueso del gasto público de la mayor parte de los gobiernos civilizados consiste en el pago de deudas de guerras pasadas o en la preparación de guerras futuras, el hombre que presta su dinero a un gobierno sehalla en la misma situación que el malvado de Shakes-peare que alquila asesinos. El resultado estricto de los hábitos de ahorro del hombre es el incremento de las fuerzasarmadas del estado al que presta sus economías. Resultaevidente que sería mejor que gastara el dinero, auncuando lo gastara en bebida o en juego.
Pero—se me dirá—el caso es absolutamente distinto cuando los ahorros se invierten en empresas industriales. Cuando tales empresas tienen éxito y producen algo útil, se puede admitir. En nuestros días, sin embargo, nadienegará que la mayoría de las empresas fracasan. Esto significa que una gran cantidad de trabajo humano, que hubiera podido dedicarse a producir algo susceptible de ser disfrutado, se consumió en la fabricación de máquinas que, una vez construidas, permanecen paradas y no benefician a nadie.
Por ende, el hombre que invierte sus ahorros en un negocio que quiebra, perjudica a los demás tanto como a sí mismo. Si gasta su dinero—digamos—en dar fiestas a sus amigos, éstos se divertirán—cabe esperarlo—, al tiempo en que se beneficien todos aquellos con quienes gastó su dinero, como el carnicero, el panadero y el contrabandista de alcohol.

Pero si lo gasta—digamos—en tender rieles para tranvías en un lugar dondelos tranvías resultan innecesarios, habrá desviado un considerable volumen de trabajo por caminos en los que no dará placer a nadie. Sin embargo, cuando se empobrezcapor el fracaso de su inversión, se le considerará víctimade una desgracia inmerecida, en tanto que al alegre de-rrochador, que gastó su dinero filantrópicamente, se ledespreciará como persona alocada y frívola.

Nada de esto pasa de lo preliminar. Quiero decir, con toda seriedad, que la fe en las virtudes del TRABAJO estáhaciendo mucho daño en el mundo moderno y que el camino hacia la felicidad y la prosperidad pasa por una reducción organizada de aquél.
Ante todo, ¿qué es el trabajo?

Hay dos clases de trabajo; la primera: modificar la disposición de la materia en, o cerca de, la superficie de la tierra, en relación con otra materia dada; la segunda: mandar a otros que lo hagan. La primera clase de trabajo es desagradable y estámal pagada; la segunda es agradable y muy bien pagada.La segunda clase es susceptible de extenderse indefini-damente: no solamente están los que dan órdenes, sino también los que dan consejos acerca de qué órdenes deben darse.

Por lo general, dos grupos organizados de hombres dan simultáneamente dos clases opuestas de consejos; esto se llama política. Para esta clase de trabajo no se requiere el conocimiento de los temas acerca de los cuales ha dedarse consejo, sino el conocimiento del arte de hablar yescribir persuasivamente, es decir, del arte de la propa-ganda.

En Europa, aunque no en Norteamérica, hay una tercera clase de hambres, más respetada que cualquiera delas clases de trabajadores. Hay hombres que, merced a la propiedad de la tierra, están en condiciones de hacer que otros paguen por el privilegio de que les consienta existir y trabajar. Estos terratenientes son gentes ociosas, y por ello cabría esperar que yo los elogiara. Desgraciadamente, su ociosidad solamente resulta posible gracias a la laboriosidad de otros; en efecto, su deseo de cómoda ociosidades la fuente histórica de todo el evangelio del trabajo. Loúltimo que podrían desear es que otros siguieran su ejemplo. Desde el comienzo de la civilización hasta la revolu-ción industrial, un hombre podía, por lo general, producir, trabajando duramente, poco más de lo imprescindiblepara su propia subsistencia y la de su familia, aun cuandosu mujer trabajara al menos tan duramente como él, y sus hijos agregaran su trabajo tan pronto como tenían la edad necesaria para ello.

El pequeño excedente sobre lo estrictamente necesario no se dejaba en manos de los que loproducían, sino que se lo apropiaban los guerreros y lossacerdotes. En tiempos de hambruna no había excedente;los guerreros y los sacerdotes, sin embargo, seguían reservándose tanto como en otros tiempos, con el resultadode que muchos de los trabajadores morían de hambre.Este sistema perduró en Rusia hasta 1917, (2) y todavía perdura en Oriente; en Inglaterra, a pesar de la revolución industrial, se mantuvo en plenitud durante las guerras napoleónicas y hasta hace cien años, cuando la nueva clasede los industriales ganó poder. En Norteamérica, el sistema terminó con la revolución, excepto en el Sur, dondesobrevivió hasta la guerra civil. Un sistema que duró tanto y que terminó tan recientemente ha dejado, comoes natural, una huella profunda en los pensamientos y las opiniones de los hombres. Buena parte de lo que damos por sentado acerca de la conveniencia del trabajo procede de este sistema, y, al ser preindustrial, no está adaptado al mundo moderno. La técnica moderna ha hecho posibleque el ocio, dentro de ciertos límites, no sea la prerrogativa de clases privilegiadas poco numerosas, sino un derecho equitativamente repartido en toda la comunidad.

La moral del trabajo es la moral de los esclavos, y e lmundo moderno no tiene necesidad de esclavitud. Es evidente que, en las comunidades primitivas, los campesinos, de haber podido decidir, no hubieran entregado el escaso excedente con que subsistían los guerreros y los sacerdotes, sino que hubiesen producido menos o consumido más. Al principio, era la fuerza lo que los obligaba a producir y entregar el excedente. Gradualmente,sin embargo, resultó posible inducir a muchos de ellos aaceptar una ética según la cual era su deber trabajar in-tensamente, aunque parte de su trabajo fuera a sostenera otros, que permanecían ociosos. Por este medio, la com-pulsión requerida se fue reduciendo y los gastos de gobierno disminuyeron. En nuestros días, el noventa y nuevepor ciento de los asalariados británicos se sentirían realmente impresionados si se les dijera que el rey no debetener ingresos mayores que los de un trabajador. El concepto de deber, en términos históricos, ha sido un medio utilizado por los poseedores del poder para inducir a losdemás a vivir para el interés de sus amos más que para su propio interés. Por supuesto, los poseedores del poder ocultan este hecho aún ante sí mismos, y se las arreglan para creer que sus intereses son idénticos a los más gran-des intereses de la humanidad. A veces esto es cierto; los atenienses propietarios de esclavos, por ejemplo, empleaban parte de su tiempo libre en hacer una contribución permanente a la civilización, que hubiera sido imposible bajo un sistema económico justo.

El tiempo libre es esencial para la civilización, y, en épocas pasadas, sólo el trabajo de los más hacía posible el tiempo libre de los menos. Pero el trabajo era valioso, no porque el trabajo en sí fuera bueno, sino porque el ocio es bueno. Y con la técnica mo-derna sería posible distribuir justamente el ocio, sin menoscabo para la civilización. La técnica moderna ha hecho posible reducir enor-memente la cantidad de trabajo requerida para asegurarlo imprescindible para la vida de todos. Esto se hizo evi-dente durante la guerra. En aquel tiempo, todos los hombres de las fuerzas armadas, todos los hombres y todas las mujeres ocupados en la fabricación de municiones, todos los hombres y todas las mujeres ocupados en espiar, enhacer propaganda bélica o en las oficinas del gobierno relacionadas con la guerra, fueron apartados de las ocupaciones productivas. A pesar de ello, el nivel general debienestar físico entre los asalariados no especializados delas naciones aliadas fue más alto que antes y que después. La significación de este hecho fue encubierta por las finanzas: los préstamos hacían aparecer las cosas como siel futuro estuviera alimentando al presente. Pero esto,desde luego, hubiese sido imposible; un hombre no puedecomerse una rebanada de pan que todavía no existe.

La guerra demostró de modo concluyente que la organizacióncientífica de la producción permite mantener las pobla-ciones modernas en un considerable bienestar con sólo una pequeña parte de la capacidad de trabajo del mundo entero. Si la organización científica, que se había concebido para liberar hombres que lucharan y fabricaran municiones, se hubiera mantenido al finalizar la guerra, y se hubiesen reducido a cuatro las horas de trabajo, todo hubiera ido bien. En lugar de ello, fue restaurado el antiguo caos: aquellos cuyo trabajo se necesitaba se vieron obligados a trabajar largas horas, y al resto se le dejó morirde hambre por falta de empleo. ¿Por qué? Porque el trabajo es un deber, y un hombre no debe recibir salarios proporcionados a lo que ha producido, sino proporcionados a su virtud, demostrada por su laboriosidad. Ésta es la moral del estado esclavista, aplicada en circonstancias completamente distintas de aquellas en las que surgió. No es de extrañar que el resultado haya sido desastroso.

Tomemos un ejemplo. Supongamos que, enun momento determinado, cierto número de personas tra-baja en la manufactura de alfileres. Trabajando—diga-mos—ocho horas por día, hacen tantos alfileres como elmundo necesita. Alguien inventa un ingenio con el cualel mismo número de personas puede hacer dos veces elnúmero de alfileres que hacía antes. Pero el mundo nonecesita duplicar ese número de alfileres: los alfileres sonya tan baratos, que difícilmente pudiera venderse algunomás a un precio inferior. En un mundo sensato, todos losimplicados en la fabricación de alfileres pasarían a tra-bajar cuatro horas en lugar de ocho, y todo lo demás con-tinuaría como antes. Pero en el mundo real esto se juz-garía desmoralizador. Los hombres aún trabajan ochohoras; hay demasiados alfileres; algunos patronos quie-bran, y la mitad de los hombres anteriormente empleadosen la fabricación de alfileres son despedidos y quedan sintrabajo. Al final, hay tanto tiempo libre como en el otroplan, pero la mitad de los hombres están absolutamenteociosos, mientras la otra mitad sigue trabajando dema-siado. De este modo, queda asegurado que el inevitabletiempo libre produzca miseria por todas partes, en lugarde ser una fuente de felicidad universal.

¿Puede imaginarse algo más insensato? La idea de que el pobre deba disponer de tiempo libre siempre ha sido escandalosa para los ricos. En Inglaterra,a principios del siglo xIx, la jornada normal de trabajode un hombre era de quince horas; los niños hacían la misma jornada algunas veces, y, por lo general, trabajaban doce horas al día. Cuando los entremetidos apunta-ron que quizá tal cantidad de horas fuese excesiva, les dijeron que el trabajo aleja a los adultos de la bebida y a los niños del mal. Cuando yo era niño, poco después de que los trabajadores urbanos hubieran adquirido el voto, fueron establecidas por ley ciertas fiestas públicas, con gran indignación de las clases altas.

Recuerdo haber oído a una anciana duquesa decir: «¿Para qué quieren las fiestas los pobres? Deberían trabajar». Hoy, las gentes son me-nos francas, pero el sentimiento persiste, y es la fuente degran parte de nuestra confusión económica. Consideremos por un momento francamente, sin su-perstición, la ética del trabajo. Todo ser humano, necesariamente, consume en el curso de su vida cierto volumen del producto del trabajo humano. Aceptando, cosa que podemos hacer, que el trabajo es, en conjunto, desagradable, resulta injusto que un hombre consuma más de loque produce. Por supuesto, puede prestar algún servicioen lugar de producir artículos de consumo, como en elcaso de un médico, por ejemplo; pero algo ha de aportara cambio de su manutención y alojamiento. En esta medida, el deber de trabajar ha de ser admitido; pero sola-mente en esta medida. No insistiré en el hecho de que, en todas las sociedades modernas, aparte de la URSS, mucha gente elude aun esta mínima cantidad de trabajo; por ejemplo, todos aque-llos que heredan dinero y todos aquellos que se casan por dinero. No creo que el hecho de que se consienta a éstospermanecer ociosos sea casi tan perjudicial como el hecho de que se espere de los asalariados que trabajen en exceso o que mueran de hambre. Si el asalariado ordinario trabajase cuatro horas aldía, alcanzaría para todos y no habría paro—dando por supuesta cierta muy moderada cantidad de organización sensata—. Esta idea escandaliza a los ricos porque estánconvencidos de que el pobre no sabría cómo emplear tanto tiempo libre. En Norteamérica, los hombres suelen trabajar largas horas, aun cuando ya estén bien situados; estos hombres, naturalmente, se indignan ante la idea del tiempo libre de los asalariados, excepto bajo la forma del inflexible castigo del paro; en realidad, les disgusta el ocio aun para sus hijos. Y, lo que es bastante extraño, mientras desean que sus hijos trabajen tanto que no les quede tiempo para civilizarse, no les importa que sus mujeres y sus hijas no tengan ningún trabajo en absoluto. La esnob admiración por la inutilidad, que en una sociedad aristocrática abarca a los dos sexos, queda, en una plutocracia, limitada a las mujeres; ello, sin embargo, no la poneen situación más acorde con el sentido común. El sabio empleo del tiempo libre—hemos de admitirlo—es un producto de la civilización y de la educación. Un hombre que ha trabajado largas horas durante toda su vida se aburrirá si queda súbitamente ocioso. Pero sin una cantidad considerable de tiempo libre, un hombre se ve privado de muchas de las mejores cosas. Y ya no hay razón alguna para que el grueso de la gente haya de sufrir tal privación; solamente un necio ascetismo, generalmente vicario, nos lleva a seguir insistiendo en trabajar en cantidades excesivas, ahora que ya no es necesario.

En el nuevo credo dominante en el gobierno de Rusia,así como hay mucho muy diferente de la tradicional enseñanza de Occidente, hay algunas cosas que no han cambiado en absoluto. La actitud de las clases gobernantes, y especialmente de aquellas que dirigen la propagandaeducativa respecto del tema de la dignidad del trabajo, escasi exactamente la misma que las clases gobernantes de todo el mundo han predicado siempre a los llamados pobres honrados.

Laboriosidad, sobriedad, buena voluntadpara trabajar largas horas a cambio de lejanas ventajas, inclusive sumisión a la autoridad, todo reaparece; por añadidura, la autoridad todavía representa la voluntaddel Soberano del Universo. Quien, sin embargo, recibeahora un nuevo nombre: materialismo dialéctico.

La victoria del proletariado en Rusia tiene algunos puntos en común con la victoria de las feministas en al-gunos otros países. Durante siglos, los hombres han admitido la superior santidad de las mujeres, y han conslado a las mujeres de su inferioridad afirmando que la santidad es más deseable que el poder. Al final, las feministas decidieron tener las dos cosas, ya que las precursoras deentre ellas creían todo lo que los hombres les habían dicho acerca de lo apetecible de la virtud, pero no lo que les habían dicho acerca de la inutilidad del poder político.Una cosa similar ha ocurrido en Rusia por lo que se refiere al trabajo manual. Durante siglos, los ricos y sus mercenarios han escrito en elogio del trabajo honrado, han alabado la vida sencilla, han profesado una religión que enseña que es mucho más probable que vayan al cielo los pobres que los ricos y, en general, han tratado de hacercreer a los trabajadores manuales que hay cierta especialnobleza en modificar la situación de la materia en el espacio, tal y como los hombres trataron de hacer creer a las mujeres que obtendrían cierta especial nobleza de su esclavitud sexual.

En Rusia, todas estas enseñanzas acerca de la excelencia del trabajo manual han sido tomadas en serio, con el resultado de que el trabajador manual se ve más honrado que nadie. Se hacen lo que, enesencia, son llamamientos a la resurrección de la fe, pero no con los antiguos propósitos: se hacen para asegurar lostrabajadores de choque necesarios para tareas especiales.El trabajo manual es el ideal que se propone a los jóvenes, y es la base de toda enseñanza ética. En la actualidad, posiblemente, todo ello sea parabien. Un país grande, lleno de recursos naturales, esperael desarrollo, y ha de desarrollarse haciendo un uso muyescaso del crédito. En tales circunstancias, el trabajo duro es necesario, y cabe suponer que reportará una gran re-compensa.

Pero ¿qué sucederá cuando se alcance el puntoen que todo el mundo pueda vivir cómodamente sin trabajar largas horas? En Occidente tenemos varias maneras de tratar esteproblema. No aspiramos a la justicia económica; de modoque una gran proporción del producto total va a parar a manos de una pequeña minoría de la población, muchos de cuyos componentes no trabajan en absoluto. Por au-sencia de todo control centralizado de la producción, fabricamos multitud de cosas que no hacen falta. Mantenemos ocioso un alto porcentaje de la población trabajadora, ya que podemos pasarnos sin su trabajo haciendotrabajar en exceso a los demás. Cuando todos estos métodos demuestran ser inadecuados, tenemos una guerra:mandamos a un cierto número de personas a fabricar ex-plosivos de alta potencia y a otro número determinado ahacerlos estallar, como si fuéramos niños que acabáramosde descubrir los fuegos artificiales.

Con una combinación de todos estos dispositivos nos las arreglamos, aunque con dificultad, para mantener viva la noción de que el hombre medio debe realizar una gran cantidad de duro trabaj omanual. En Rusia, debido a una mayor justicia económica y al control centralizado de la producción, el problema tieneque resolverse de forma distinta. La solución racional sería, tan pronto como se pudiera asegurar las necesidades primarias y las comodidades elementales para todos, reducir las horas de trabajo gradualmente, dejando que una votación popular decidiera, en cada nivel, la preferencia por más ocio o por más bienes.
Pero, habiendo enseñadola suprema virtud del trabajo intenso, es difícil ver cómopueden aspirar las autoridades a un paraíso en el que haya mucho tiempo libre y poco trabajo. Parece más probable que encuentren continuamente nuevos proyectos en nombre de los cuales la ociosidad presente haya de sacrificarse a la productividad futura.

Recientemente he leídoacerca de un ingenioso plan propuesto por ingenieros ru-sos para hacer que el mar Blanco y las costas septentrionales de Siberia se calienten, construyendo un dique a lo largo del mar de Kara. Un proyecto admirable, pero capaz de posponer el bienestar proletario por toda una ge-neración, tiempo durante el cual la nobleza del trabajosería proclamada en los campos helados y entre las tormentas de nieve del océano Artico. Esto, si sucede, seráel resultado de considerar la virtud del trabajo intensocomo un fin en sí misma, más que como un medio para alcanzar un estado de cosas en el cual tal trabajo ya no fuera necesario.

El hecho es que mover materia de un lado a otro, aúnque en cierta medida es necesario para nuestra existencia,no es, bajo ningún concepto, uno de los fines de la vidahumana. Si lo fuera, tendríamos que considerar a cual-quier bracero superior a Shakespeare. Hemos sido llevados a conclusiones erradas en esta cuestión por dos causas. Una es la necesidad de tener contentos a los pobres,que ha impulsado a los ricos, durante miles de años, apredicar la dignidad del trabajo, aunque teniendo buencuidado de mantenerse indignos a este respecto. La otra es el nuevo placer del mecanismo, que nos hace deleitarnos en los cambios asombrosamente inteligentes que podemos producir en la superficie de la tierra.

Ninguno de esos motivos tiene gran atractivo para el que de verdad trabaja. Si le preguntáis cuál es la que considera la mejorparte de su vida, no es probable que os responda: «Me agrada el trabajo físico porque me hace sentir que estoydando cumplimiento a la más noble de las tareas del hom-bre y porque me gusta pensar en lo mucho que el hombrepuede transformar su planeta. Es cierto que mi cuerpoexige períodos de descanso, que tengo que pasar lo mejor posible, pero nunca soy tan feliz como cuando llega la mañana y puedo volver a la labor de la que procede mi contento».

Nunca he oído decir estas cosas a los trabajadores. Consideran el trabajo como debe ser considerado, comoun medio necesario para ganarse el sustento, y, sea cualfuere la felicidad que puedan disfrutar, la obtienen en sus horas de ocio. Podrá decirse que, en tanto que un poco de ocio es agradable, los hombres no sabrían cómo llenar sus días si solamente trabajaran cuatro horas de las veinticuatro.

En la medida en que ello es cierto en el mundo moderno, esuna condena de nuestra civilización; no hubiese sidocierto en ningún período anterior. Antes había una capacidad para la alegría y los juegos que hasta cierto puntoha sido inhibida por el culto a la eficiencia. El hombremoderno piensa que todo debería hacerse por alguna razón determinada, y nunca por sí mismo. Las personas serias, por ejemplo, critican continuamente el hábito de ir al cine, y nos dicen que induce a los jóvenes al delito. Perotodo el trabajo necesario para construir un cine es respetable, porque es trabajo y porque produce beneficioseconómicos.

La noción de que las actividades deseables son aquellas que producen beneficio económico lo hapuesto todo patas arriba. El carnicero que os provee decarne y el panadero que os provee de pan son merecedoresde elogio, porque están ganando dinero; pero cuando vosotros disfrutáis del alimento que ellos os han suministrado, no sois más que unos frívolos, a menos que comáistan sólo para obtener energías para vuestro trabajo. En un sentido amplio, se sostiene que ganar dinero es buenoy gastarlo es malo. Teniendo en cuenta que son dos aspectos de una misma transacción, esto es absurdo; del mismo modo podríamos sostener que las llaves son buenas, pero que los ojos de las cerraduras son malos. Cualquiera que sea el mérito que pueda haber en la producción de bienes, debe derivarse enteramente de la ventaja quese obtenga consumiéndolos.

El individuo, en nuestra sociedad' trabaja por un beneficio, pero el propósito social de su trabajo radica en el consumo de lo que él produce. Este divorcio entre los propósitos individuales y los socia-les respecto de la producción es lo que hace que a los hombres les resulte tan difícil pensar con claridad en un mundo en el que la obtención de beneficios es el incentivode la industria. Pensamos demasiado en la producción y demasiado poco en el consumo. Como consecuencia deello, concedemos demasiado poca importancia al goce y a la felicidad sencilla, y no juzgamos la producción por elplacer que da al consumidor. Cuando propongo que las horas de trabajo sean reducidas a cuatro, no intento decir que todo el tiempo restante deba necesariamente malgastarse en puras frivolidades.

Quiero decir que cuatro horas de trabajo al díadeberían dar derecho a un hombre a los artículos de primera necesidad y a las comodidades elementales en lavida, y que el resto de su tiempo debería ser de él paraemplearlo como creyera conveniente. Es una parte esen-cial de cualquier sistema social de tal especie el que laeducación vaya más allá del punto que generalmente al-canza en la actualidad y se proponga, en parte, despertaraficiones que capaciten al hombre para usar con inteli-gencia su tiempo libre. No pienso especialmente en la clase de cosas que pudieran considerarse pedantes. Las danzas campesinas han muerto, excepto en remotas regiones rurales, pero los impulsos que dieron lugar a quese las cultivara deben de existir todavía en la naturaleza humana.

Los placeres de las poblaciones urbanas han llegado a ser en su mayoría pasivos: ver películas, presenciarpartidos de fútbol, escuchar la radio, y así sucesivamente.Ello resulta del hecho de que sus energías activas se con-sumen completamente en el trabajo; si tuvieran más tiempo libre, volverían a divertirse con juegos en los que hubieran de tomar parte activa. En el pasado, había una reducida clase ociosa y una más numerosa clase trabajadora.

La clase ociosa disfrutaba de ventajas que no se fundaban en la justicia social;esto la hacía necesariamente opresiva, limitaba sus simpatías y la obligaba a inventar teorías que justificasen sus privilegios. Estos hechos disminuían grandemente su mérito, pero, a pesar de estos inconvenientes, contribuyó acasi todo lo que llamamos civilización. Cultivó las artes,descubrió las ciencias; escribió los libros, inventó las filosofías y refinó las relaciones sociales. Aun la liberación de los oprimidos ha sido, generalmente, iniciada desde arriba. Sin la clase ociosa, la humanidad nunca hubiese salido de la barbarie. El sistema de una clase ociosa hereditaria sin obligaciones era, sin embargo, extraordinariamente ruinoso.

No se había enseñado a ninguno de los miembros de esta clasea ser laborioso, y la clase, en conjunto, no era excepcio-nalmente inteligente. Esta clase podía producir un Dar-win, pero contra él habrían de señalarse decenas de millares de hidalgos rurales que jamás pensaron en nadamás inteligente que la caza del zorro y el castigo de los cazadores furtivos. Actualmente, se supone que las universidades proporcionan, de un modo más sistemático, loque la clase ociosa proporcionaba accidentalmente y comoun subproducto. Esto representa un gran adelanto, perotiene ciertos inconvenientes. La vida de universidad es, endefinitiva, tan diferente de la vida en el mundo, que laspersonas que viven en un ambiente académico tienden adesconocer las preocupaciones y los problemas de los hombres y las mujeres corrientes; por añadidura, sus me-dios de expresión suelen ser tales, que privan a sus opiniones de la influencia que debieran tener sobre el públicoen general.

Otra desventaja es que en las universidadeslos estudios están organizados, y es probable que el hombre al que se le ocurre alguna línea de investigación original se sienta desanimado. Las instituciones académicas,por tanto, si bien son útiles, no son guardianes adecuados de los intereses de la civilización en un mundo donde todos los que quedan fuera de sus muros están demasiado ocupados para atender a propósitos no utilitarios.

En un mundo donde nadie sea obligado a trabajar másde cuatro horas al día, toda persona ¿con curiosidad científica podrá satisfacerla, y todo pintor podrá pintar sinmorirse de hambre, no importa lo maravillosos que puedan ser sus cuadros. Los escritores jóvenes no se verán forzados a llamar la atención por medio de sensacionales chapucerías, hechas con miras a obtener la independencia económica que se necesita para las obras monumentales,y para las cuales, cuando por fin llega la oportunidad, habrán perdido el gusto y la capacidad.

Los hombres que en su trabajo profesional se interesen por algún aspectode la economía o de la administración, será capaz de desarrollar sus ideas sin el distanciamiento académico, que suele hacer aparecer carentes de realismo las obras de los economistas universitarios. Los médicos tendrán tiempo de aprender acerca de los progresos de la medicina; los maestros no lucharán desesperadamente para enseñar por métodos rutinarios cosas que aprendieron en su juventud,y cuya falsedad puede haber sido demostrada en el intervalo. Sobre todo, habrá felicidad y alegría de vivir, en lugarde nervios gastados, cansancio y dispepsia. El trabajo exigido bastará para hacer del ocio algo delicioso, pero nopara producir agotamiento. Puesto que los hombres noestarán cansados en su tiempo libre, no querrán solamente distracciones pasivas e insípidas. Es probable queal menos un uno por ciento dedique el tiempo que no leconsuma su trabajo profesional a tareas de algún interés público, y, puesto que no dependerá de tales tareas para ganarse la vida, su originalidad no se verá estorbada y nohabrá necesidad de conformarse a las normas establecidas por los viejos eruditos. Pero no solamente en estos casos excepcionales se manifestarán las ventajas del ocio. Los hombres y las mujeres corrientes, al tener la oportunidadde una vida feliz, llegarán a ser más bondadosos y menosinoportunos, y menos inclinados a mirar a los demás consuspicacia. La afición a la guerra desaparecerá, en partepor la razón que antecede y en parte porque supone unlargo y duro trabajo para todos. El buen carácter es, detodas las cualidades morales, la que más necesita elmundo, y el buen carácter es la consecuencia de la tranquilidad y la seguridad, no de una vida de ardua lucha. Los métodos de producción modernos nos han dado laposibilidad de la paz y la seguridad para todos; hemos elegido, en vez de esto, el exceso de trabajo para unos yla inanición para otros. Hasta aquí, hemos sido tan activos como lo éramos antes de que hubiese máquinas; enesto, hemos sido unos necios, pero no hay razón para seguir siendo necios para siempre. (*)
(*) Fuente: Bertrand Russell, Elogio de la Ociosidad. Ed. Edasa, Barcelona, 1986.


© Temakel. Por Esteban Ierardo

miércoles, 30 de junio de 2010

AddioPizzo, viajes sin pagar a la Cosa Nostra.

"AddioPizzo, protección del dinero, ¡adiós!" es decir, la agencia de viajes joven que ha surgido de la misma iniciativa de lucha contra la Mafia.

El 80 por ciento de todos las empresas de Palermo, tienen que pagar dinero de protección.
"Nosotros los consumidores, tenemos que apoyar a los propietarios, ahora más que nunca", dijo el banquero. "porque aunque mafia también hay en nuestro país, pocos tienen el coraje de rebelarse contra la mafia ."
Fueron siete personas, Edoardo y sus colegas, los que llenaron Palermo, de carteles : "Un pueblo entero que paga el pizzo, un pueblo sin dignidad". Seis años después, hay un equipo de activistas AddioPizzo de 44 miembros, y el número de comerciantes y empresarios ha aumentado a 419 y sigue aumentando.

El año pasado, finalmente llegó la idea de comercializar el Addio Pizzo en las oficinas de turismo. Dos grupos del norte de Italia ya han probado el viaje, el viaje AddioPizzo , ir a a los lugares donde la gente paga su valor, con sus vidas.

Paolo Borsellino era uno de ellos, y un coche bomba le mató a él y cuatro guardaespaldas en la Vía Damelio:

"Paolo Borsellino vive" está escrito en una pared frente a la entrada a un callejón sin salida.


"Creo que como turista, también se deben visitar estos lugares", dijo Edoardo, "la única manera de obtener una vista del lado bello de Sicilia, refiriéndose a la gente que se rebela contra la Mafia.


Rita Borsellino, hermana de Paolo, vive hoy en medio de la Vía Damelio. Hace nueve meses, ha sido elegida diputada al Parlamento Europeo.


"La muerte de Paolo, ha mejorado mi vida radicalmente", dijo. Entonces, después del ataque, tuvo la necesidad de hacer algo. Ser político e involucrarse en la lucha contra la delincuencia organizada.


En el cráter creado por los explosivos en el asfalto, ahora crece un olivo. Su madre quería que este árbol en memoria de Pablo, fuera un signo de vida y esperanza. Por todas partes en las ramas cuelgan recuerdos personales - sombreros, cadenas, cartas - "Paolo está entre nosotros", "Abajo con la mafia."


Un grupo de jóvenes decoraron el árbol de la Navidad pasada, dijo Rita Borsellino, y sus ojos irradian. "En las primeras semanas después de la muerte de mi hermano, quería marcharse." Sus tres hijos, entonces de 19 a 21 años de edad,le convencieron para quedarse.


Si quieres cambiar algo, usted debe permanecer, dijeron, de lo contrario la mafia tiene poder sobre ti. "Mis hijos son parte de una generación nueva, optimista de Sicilia."


Edoardo también pertenece a esta generación y le preguntamos sobre la venganza de la mafia: "Ellos lo han intentado, sin éxito," dijo Edoardo, sonriendo. Y le dice a Rodolfo de Guajana, un comerciante de hardware de la lista AddioPizzo, cuyo almacén quedó en ruinas por haberse negado a pagar dinero de protección. AddioPizzo ayudó al empresario a continuación, una fábrica nueva y más grande, financiada por donaciones del público.

"La mafia parece haber comprendido que toda acción en contra de nosotros es como un boomerang".

http://www.addiopizzotravel.it/
La iniciativa: "AddioPizzo"Palermo es un club local en la lucha contra la extorsión, donde cualquiera puede unirse.
Lista de todas las empresas en la actualidad 419 schutzgeldfreien.

Giovanni también se ha rebelado en nombre de su hermano, y lo hace todavía. El tribunal falló a su favor, y los bienes expropiados, fueron entregados a Giovanni Impastato para su uso como centro cultural .

Dice: "Estoy en la casa de los asesinos, para organizar noches de cine, exposiciones, lecturas." Por primera vez, su voz es un poco más fuerte. "Para mí, es como una nueva victoria contra la mafia."
Salimos de Cinisi, a lo largo del mar hacia el aeropuerto, y antes de llegar a la sala de salidas, pensamos en las fachadas de las iglesias y los árboles de mandarinas que hemos visto en otros viajes, pero nunca habíamos visto tantas personas valientes antes.
Fuente: Die Tagezeitung.

miércoles, 16 de junio de 2010

En la Plaza de Mi Pueblo...


Tras una pausa necesaria, por ocupaciones personales y profesionales, quiero dejar una reflexión, sobre la actualidad, hoy ocupada por la reforma laboral. Es sencilla, y todavía, aunque no sabemos por cuanto tiempo, se mantiene lo más preciado e importante en nuestros pueblos: la paz social.

En la plaza de mi pueblo, dijo el amo al jornalero:

con dinero (antes) y sin dinero (ahora),
hago siempre lo que quiero..."

Los que tenemos memoria histórica de 80 años, sabemos que vivimos patas arriba, el mundo al revés, y el reloj anda hacia atrás, volvemos al 1936, estamos ya de hecho en 1936 y 18 de Julio son todos los días:

La guerra inminente vendrá por la desigual lucha entre los que ocupan el poder, con intereses internacionales, o internacionalizados, y la gran masa en harapos que crece como bola de nieve.
Las armas, en cada época, son las que más duelen, antes las bombas, ahora el recorte de derechos y salarios.
Pero siempre vienen de la gran potencia preponderante internacional, ahora difusa y globalizada, y las consecuencias las mismas: hambre, desesperación, derrumbe moral...

Nunca ha habido verdadera democracia en el mundo. Cuando se ha estado cerca de conseguirlo, cuando se está cerca de que la mayoría ciudadana se exprese y puede cambiar y equilibrar las desigualdades, ocurre una gran crisis internacional que pone las cosas en su sitio (1936, 1973, 1974...). Ahora que estábamos cerca, con internet, educación, sanidad, infraestructuras, energía renovable, menos dictaduras militares, que resultan anacrónicas...

Y después de la batalla, los desheredados, los desgraciados, los lisiados físicos y morales, los huérfanos, con su sudor y su sangre, deben trabajar y ayudar a aquellas potencias extranjeras que les acarrearon el hambre y la muerte.

Ahora, como en el 36, la historia se repetirá. Pensad que todavía hay supervivientes de aquello, y las grandes compañías multinacionales que nos cautivaron con los deslumbrantes consumibles del capital, coches, televisores... son las mismas que fabricaron las armas en el 36, con mano de obra esclava, por lo que todavían pagan indemnizaciones a los supervivientes.

la historia se repite, como en la plaza de mi pueblo, pero se equivocaron nuestros abuelos, no nacimos con el puño levantado, sino con los brazos caídos, cansados y aburridos.

saludos amigos, estas historias, tristes historias de España, son el alma de los pueblos, y alimentan también el espíritu de este blog, entre otras cosas, porque su autor es hijo y nieto de estas crisis, con la desgracia de haber nacido con ese defecto de nacimiento que es la conciencia y la memoria histórica, la de verdad, la no oficialista.

jueves, 27 de mayo de 2010

"La política se hace en las alcantarillas".



Fuente: Diario "El País"

El 17 de septiembre de 2009, Muñoz llamó al director de Servicios Municipales, Pascual Vela, interesándose por las oposiciones a las que se iba a presentar Ruiz y también su marido, Manel. El ex alcalde le pide que se informe de quién estará en el tribunal y le ruega: "Por qué no te lo miras con extremado cariño". La Guardia Civil destaca que Muñoz pide un "trato de favor" para ambos. Vela le contesta a Muñoz que él mismo estará en el tribunal de la oposición de Manel, pero no en el de Ruiz. Ante la posibilidad que la mujer no pase las pruebas, Vela sugiere al entonces alcalde que le haga cargo de confianza. Este diario trató de hablar con Ruiz, pero no fue a trabajar hoy.
La oposición amañada que más atención recibe de los investigadores es una de mayo del año pasado, que convoca a 36 plazas de administrativo en el ayuntamiento. Una mujer llamada Rosa Marimont Roca llamó al alcalde pidiéndole ayuda. Como las plazas a concurso son 36 y los aspirantes 37 (hay uno más, pero está de baja), Muñoz encuentra una solución fácil para lograr que Marimont entre: "Que suspenda a alguien". Finalmente, Marimont logró la plaza de administrativa por sus propios méritos al lograr la nota requerida. Muñoz y Vela mantienen varias conversaciones en las que hablan sobre las oposiciones. En ellas, el ex alcalde le pide que siga "con máxima atención" el trámite las pruebas.
Muñoz le dijo a Vela: "Tengo alto interés en una tía", le dijo sobre Marimont. El ex alcalde llega a sugerir que se presione al profesor encargado por el tribunal de evaluar los exámenes con la amenaza velada de que podría perder el puesto de trabajo. "Este tío querrá seguir dando clases, digo yo, ¿no?", le dijo a Vela. Marimont, que aún trabaja en el Ayuntamiento de Santa Coloma, negó las acusaciones y dijo que se presentó al proceso "como cualquier otra persona". Cuando finalmente Vela le confirma a Muñoz que Rosa ha quedado en la lista de elegidos, es este mismo quien la llama para darle la buena noticia.

sábado, 22 de mayo de 2010

La Naturaleza Jurídica del Contrato de Obra Como Causa de la Crisis.


"La sociedad moderna se distingue, principalmente, de las que la precedieron, por el gran puesto que en ella ha obtenido el Contrato"

" La fórmula del Contrato administrativo no sirve a las demandas de una Sociedad en crisis, camino de un nuevo siglo, pues han caído una serie de mitos creados al amparo de Administraciones fuertemente centralizadas y privilegiadas".

"Cuando asistimos a una profunda estructuración de la Administración Pública en todos sus ámbitos (Estatal, Autonómica y Local), preciso es que modifiquemos nuestra mentalidad de tal modo que podamos entender plenamente el significado real de los cambios que se vienen produciendo, pues estamos viendo cómo, de un lado las instituciones administrativas se privatizan y despojan de la "veste" pública, asumiendo modos y formas de gestión privadas, aunque, de otro lado, reclaman para sí los privilegios que le proporcionan una legislación que, como la de la contratación administrativa, tienen una única y fundamental razón de ser: el carácter público y privilegiado del ente administrativo. Así pues, se cambia la vestidura, pero en el fondo continúan los modos y comportamientos según pautas de un estatuto jurídico privilegiado. La única explicación válida que cabe encontrar a esta contradicción es que todavía el Derecho Español no ha sido capaz de encontrar su propia fórmula sin acudir al "know-how" de otros países".

Prof. González Pérez, 1985

La importancia del Contrato como institución (acuerdo de intereses opuestos), es tal que se ha llegado a decir que es uno de los pilares básicos que configuran la vida en sociedad. García Ortega señala,
que "contratación y progreso siguen en la historia una curva ascendente y paralela".

En sentido amplio el Contrato es el "acuerdo de dos o más voluntades dirigido a producir efectos jurídicos". Y como contrato de obra, el convenio celebrado para la ejecución de una obra mediante un precio.

El contrato de obra en el Derecho Público.

Si en el campo del Derecho Privado, los antecedentes del contrato de obra se remontan al Derecho Romano ( que distinguía entre "locatio conductio operis" (arrendamiento de servicios" y "locatio conductio operarum (arrendamiento de obras), pasando a través del Código de Napoleón a nuestro derecho positivo, y vigente en nuestro Código Civil) , no sucede lo mismo en la contratación de obras del Estado.

Hasta el siglo XVIII, las obras públicas se llevan a cabo directamente por el Estado, mediante prestaciones obligatorias de los vecinos a los que afectaban y bajo la dirección Real.

El sistema de concesión y destajo, es el primer antecedente de construcción de obra por contrata, y aparece en la primera mitad del siglo XIX, con la Instrucción de 10 de Octubre de 1945, dando prioridad al sistema de contrata, frente al de administración.
La Ley de Administración y Contabilidad, de 25 de Febrero de 1950, instituye la contratación directa, bajo la denominación directa de obras y servicios.

Análoga evolución se refleja en los Pliegos de condiciones Generales, para la contratación de Obras Públicas, así en el primitivo de 14 de Abril de 1936 solo se contempla el sistema de destajos o a tanto alzado, y en el de 13 de Mayo de 1903 aparece ya el sistema de precios unitarios y establece como características esenciales del Contrato de obras las siguientes:

-Carácter administrativo.
-contrato de resultados y no de actividad.
Contrato de precios unitarios.
contrato a riesgo y ventura del contratista.
consagra el "ius variandi" o facultad de la Administración de modificar los elementos contractuales.

Los caracteres o peculiaridades del Contrato de obra, se pueden resumir en:

-Falta de igualdad entre las partes. La Administración tiene una voluntad reglada y particularizada y frente a ella, el contratista sólo puede aceptar o rechazar las condiciones reglamentarias.
-Su objeto es "extra comercium". Al no ser negociable el interés público (objeto), lo sustrae del comercio de los hombres.
-Su rigor formal frente al de libertad de la forma del de Derecho Privado.
-Existencia de una jurisdicción o instancia especial para la interpretación del Contrato (contencioso-administrativo)

Las anteriores peculiaridades del Contrato administrativo de obra pública, son de tal entidad que un amplio sector de la doctrina, encabezado por García Enterría, ha dedicado duras críticas a esta institución, llegando algún autor a negar su validez de Contrato por la desigualdad de las partes, y otros a admitirlo como Contrato que se constituye en base a esta desigualdad entre las partes (Martín Retortillo), o hacerlo equidistar del Contrato civil motivado por su sometimiento a una jurisdicción especial, por razones prácticas o de interés público (Parada Vázquez)

Lo que es cierto es que, al igual que la doctrina preconiza una tipificación o mayor regulación para el Contrato de obra sometido al derecho privado, el Contrato de obra pública debe suavizar la exorbitancia y prerrogativas de la Administración y adaptarse a la época de logros y transformaciones, pero también de crisis, en que vivimos.

Fuente: “La dirección, en la ejecución de obra por contrato”

Pues bien, aunque a simple vista puede que no se entienda, la situación actual de España ha sido posible por la no sincronización entre legislación y usos y costumbres, dando lugar a deuda municipal, burbujas administrativas, falta de control … Puede decirse que la crisis, se ha gestado en la propia naturaleza jurídica de las leyes que nos gobiernan.

martes, 11 de mayo de 2010

Depuración de aguas sólo con energía solar

Con la luz del sol se pueden depurar las aguas residuales.
La luz ultravioleta ha sido utilizada para la desinfección en las plantas de tratamiento de agua. Con la exposición a la radiación, con una lámpara de descarga, se destruye el ADN de los virus, bacterias y protozoos, que causan enfermedades por ingestión. La radiación ultravioleta que existe bajo el sol también puede ser utilizado de esta manera. Un método casero y rápido para la desinfección del agua, por ejemplo, es verter un poco en una botella de plástico transparente, airear por agitación y luego colocarla al sol durante seis horas.

Ahora un grupo de empresas alemanas como KACO, una empresa de energía solar, ha perfeccionado el sistema, desarrollando un sistema de purificación a escala industrial, impulsado por energía solar que elimina hasta los contaminantes químicos.

El primero de sus dispositivos se ha construido como proyecto de demostración en el Centro Aeroespacial Alemán en Lampoldshausen. Esta organización, que estaba entre el grupo de promotores, quería limpiar el agua que utiliza para enfriar sus motores experimentales. Esta agua de refrigeración, inevitablemente se contamina tanto con el combustible de cohetes, como con sustancias producidas por la combustión de combustible.

El método que los investigadores utilizan para impulsar la acción limpiadora de los rayos ultravioleta, es añadir un catalizador activado por la luz de los efluentes. El resultado ha sido positivo, utilizando dos tipos: uno para el agua muy contaminada y uno para el agua poco contaminada.
Para el agua que contienen graves contaminantes industriales, al igual que en Lampoldshausen, se usa sulfato de hierro como catalizador y se añade una pequeña cantidad de peróxido de hidrógeno y ácido sulfúrico para ayudar en el proceso. Así tratada, el agua es bombeada a través de tubos de vidrio transparente en un reactor solar de 49 metros de largo. En una serie compleja de reacciones, una de las cuales se promueve por la luz ultravioleta, el hierro reacciona con el peróxido de hidrógeno y otros de la propia agua para producir un poderoso agente oxidante conocido como radicales hidroxilo. Éstos destruyen las moléculas contaminantes. Una vez que el agua se ha limpiado, el ácido se neutraliza y se precipita el óxido de hierro, que luego puede ser recuperado y reciclado, dejando el agua lo suficientemente pura para verter en un río.

Para el agua muy contaminada, se utiliza un equipo similar, excepto que los tubos de vidrio están recubiertas con dióxido de titanio. Esta sustancia es un semiconductor, lo que significa que cuando los electrones (que tienen carga negativa) se liberan de su estructura cristalina, generan cargas positivas que reaccionan como potentes oxidantes. El sistema del dióxido de titanio, que todavía está en desarrollo, podrían purificar el agua hasta el punto que podría ser apta para beber.

El sistema de sulfato de hierro en Lampoldshausen, mientras tanto, es capaz de tratar 4.500 litros de aguas residuales en una o dos horas. Sería incluso más eficiente en los días más calurosos, y se espera que se converta en líder de mercado para este proceso, que KACO ha comenzado a producir bajo la marca RayWOx.
El Centro Aeroespacial Alemán reconoce que RayWOx será bueno para la eliminación de determinados agentes contaminantes que son particularmente difíciles de eliminar, por el momento, en particular los antibióticos, los medios de contraste para rayos X y las hormonas. KACO, por su parte, afirma que será capaz de suministrar el sistema completo con células fotovoltaicas para alimentar tanto la electrónica de control y las bombas, lo que no sólo resultará económico para operar, sino también medioambientalmente, por resultar una depuración accionada por completo por el sol.


Fuente: The Economist

jueves, 6 de mayo de 2010

Administrar la Angustia por las Inundaciones Mediante la Construcción de la Resiliencia

Los informes sobre niveles récord de las avenidas, la inundación de pueblos, o las noticias del agua rompiendo las barreras de sacos de arena o diques, son suficientes para crear la tensión y la ansiedad para cualquiera de los que viven o trabajan cerca. La anticipación de la destrucción creada por las inundaciones, pueden evocar sentimientos de preocupación, miedo, ira o incertidumbre.

Pero se pueden tomar medidas para reducir las emociones estresantes, enmedio del caos por las inundaciones, relacionadas con el fortalecimiento de la capacidad de recuperación. La Resiliencia es el proceso de adaptación en el tiempo para afrontar la adversidad, trauma, tragedia, amenazas u otras fuentes de estrés. Al fortalecer la capacidad de recuperación, se es más capaz de perseverar a través de los desafíos planteados por la inundación de nuestra casa o comunidad.

Se puede aumentar la resiliencia emocional y fortalecer el sentido de control durante esos difíciles momentos mediante los siguientes consejos:

No aislarse, sino relacionarse.
La relación con los miembros cercanos de la familia, amigos y vecinos puede ser una fuente de fortaleza y apoyo, descubriendo que no se está solo y aprendiendo de experiencias ajenas, podemos sentir una sensación de alivio.
Ayudar a los demás le puede dar una sensación de logro y la autoestima.

Evite ver las crisis como obstáculos insuperables.
No se puede detener el agua de la inundación, pero sí cambiar la forma de interpretar y responder a ellas. Trate de ver más allá de la crisis actual a la forma en el futuro las circunstancias pueden ser un poco mejor.

Deje un tiempo de escuchar las noticias.
Ver repeticiones de secuencias de inundación puede aumentar su angustia. A menudo, los medios presentan lo peor de situaciones para ganar audiencia, aunque no sea representativo.

Acepte que el cambio es parte de la vida.
Algunas metas personales o familiares ya no puede alcanzarse debido a la inundación. Aceptar las circunstancias que no se pueden cambiar puede ayudar a concentrarse en las circunstancias que puede cambiar.

Céntrese en sus metas.
Desarrollar metas realistas. Hacer algo regularmente - aunque parece un logro pequeño - permite avanzar hacia las metas.
En lugar de concentrarse en tareas que parecen inalcanzables, pregúntate:
"¿Qué cosa sé que puedo lograr hoy, y me ayuda a moverme en la dirección correcta?"

Tomar acciones decisivas.
Enlugar de apartarse por completo de los problemas y tensiones y desear que desaparezcan, aunque las inundaciones puedan arrancar de raíz a la gente de sus rutinas normales, hay que establecer nuevas rutinas tan pronto como se pueda, pues la inundación y la limpieza han terminado.

Buscar oportunidades para el auto-descubrimiento.
Las personas a menudo aprendemos algo sobre nosotros mismos y crecer en algunos aspectos personales, como resultado de la lucha contra la adversidad. Muchas personas que han experimentado tragedias y penurias han desarrollado después mejores relaciones, mayor sensación de fuerza, aumento de la sensación de valía personal, una espiritualidad más desarrollada, y aprecio por la vida.

Cultivar una visión positiva de sí mismo.
Hay que perseverar a través de circunstancias difíciles. Eso es un logro. El desarrollo de la confianza en la habilidad para resolver problemas y confiar en sus instintos, ayuda a construir la resiliencia.

Mantener los problemas en perspectiva.
Incluso cuando la perspectiva de inundación y sus desastres sean grandes, hay que considerar estas circunstancias estresantes en un contexto más amplio y una perspectiva a largo plazo. Si en el pasado se han superado dificultades abrumadoras hay que aprovechar las habilidades para superar con éxito los retos actuales.

Mantener una actitud de esperanza.
Una visión optimista permite esperar que ocurran cosas buenas en la vida: Hay que visualizar lo que se quiere, en lugar de preocuparse por lo que teme.

Cuidarse.
Participar en conductas saludables que mejoran la capacidad para sobrellevar el estrés excesivo. Paciencia en medio del caos, descanso y dieta sana. Evitar el alcohol y las drogas, ya que pueden aumentar los sentimientos de tristeza o angustia y obstaculizan el progreso en la gestión óptima de las circunstancias.

Para muchas personas, las estrategias descritas, pueden ser suficientes para superar la crisis actual. A veces, sin embargo, una persona puede tener alguna dificultad o dificultad en el manejo reacciones intensas, por lo que es importante obtener ayuda profesional .

La perseverancia y la confianza en la capacidad de superación diaria siguiendo estos consejos, serán útiles.

Fuente: Richard A. Heaps, PhD, ABPP y Suzan M. Stafford, EdD de la APA (American Psychological Association)