miércoles, 7 de octubre de 2009

LAS EXPEDICIONES DE BUNGE






Hace 35 años, Bunge y Bordessa creían que la ciudad norteamericana era un continente negro del urbanismo. Organizaron expediciones para visitarla, como si fuera terra ignota, como las expediciones europeas a África en el XIX.
Hicieron expediciones a Detroit y a Toronto, estudiando en ésta última trece temas distintos por trece equipos.
El objetivo fue el estudio de la capacidad humana para sobrevivir en la ciudad, definiendo paisajes urbanos como únicos, percibidos, privados, personales, ilegales, carentes de poder…; por tanto, y con buen sentido darwiniano, el enfoque se dirigía siempre a los niños y sus posibilidades de vivir, convivir y sobrevivir.

Los paisajes, se caracterizan por una mezcla distinta de sonidos y olores, distinguiendo los sonidos naturales, los humanos y los técnicos (máquinas y aparatos electrónicos).
En una zona residencial de Toronto, la distribución de los sonidos era: 14% natural, 43% humano, y 43 % técnico.
En el centro de la ciudad industrial, el 9% es natural, un 25% humano, y el 66% técnico.

La incapacidad característica de la sociedad urbana contemporánea de controlar el sonido, para los expedicionarios, es indicativa de una insensibilidad hacia los requerimientos físicos de convivencia y , asimismo, un indicador inquietante de inseguridad de la vida urbana.

Estudiaron en Toronto las circulaciones tanto de coches como de niños, y las compararon para comprobar las razones geográficas que influyen en la inseguridad y peligro que corren los niños en las ciudades.

Las casas altas también traen peligros a los jóvenes, por el aislamiento que tales edificios imponen a sus residentes. Los niños que viven así pasean y corren menos que otros niños, tienen menos acceso a las bicicletas, y su manera de jugar es muy pasiva.
Cuando se comparan los “mapas mentales” que forman los niños de sus entornos, los mapas hechos por los que viven en casas altas son caracterizados por su verticalidad, pues el ascensor es el eje de sus movimientos diarios; el acceso al exterior es muy restringido, y la capacidad de los padres para vigilar a los niños es reducida. En las áreas designadas para el juego es imposible jugar, por falta de seguridad.

Mirando el mismo ambiente desde otra perspectiva, concluyeron que los espacios frecuentados por hombres y mujeres juntos son más seguros para los niños. En cambio, los espacios de los “hombres solos con máquinas”, les son mortíferos.
La alternativa canadiense era simplemente la idea de restaurar en las ciudades su primitivo aspecto abierto y flexible, imitando la sensibilidad de los indios norteamericanos.


Bunge fue uno de los fundadores de la geografía teórica contemporánea, y fue un hombre tabú, en la geografía académica norteamericana; se centraba en la ubicación de puntos de peligro e inseguridad, en los sitios que habían presenciado lo peor de la industrialización.

Su geografía era amenazadora no solo por su crítica social, sino además porque su postura constituía un desafío a la cultura profesional de la geografía académica.
Su éxito fue que recuperó una de las grandes tradiciones de la geografía, modificada con gran sensibilidad en nuestra época.
Bunge no logró encontrar sitio en ningún departamento académico y se ganó la vida… “de taxista”.